Red de seguridad.

El trapecista sube, esta listo, el mundo a sus pies y el trapecio en su mano... y la red de seguridad abajo. Y no es que la quiera, ningún trapecista o acróbata la quiere, porque ninguno quiere caer, ninguno quiere soltarse y necesitar la red. 

El trapecista se columpia con destreza, se luce, gira, va, viene, no tiene porque caer, pero la red esta ahí. Ojala nunca tuviera que usarla. Ojala cada pirueta quedará siempre perfecta... Y la red sea sólo un adorno, sólo una sugerencia, sólo un requisito que hay que cumplir, pero que no se necesita. 

Pero las redes de seguridad existen por algo.

Si yo fuera un trapecista esperaría nunca caerme. Esperaría volar sin alas. Quisiera girar y lucir y seguir en el aire. Y ser la chica sin red de seguridad... Porque lo he sido, sin ser trapecista, sin ser acróbata. O eso he creído. Porque me he convencido de que puedo volar sin alas, que si mi mano se resbala se sostendrá la otra, que no me voy a caer, que me enseñaron a no caerme... Y si no voy a caerme ¿por qué necesitaría la red abajo?

Pero las redes de seguridad existen para algo. Y los seres humanos necesitamos redes de apoyo. 

Por que es imposible no caerse alguna vez. Si yo fuera trapecista no querría caerme, pero tendría que aceptar que es posible, que habrá días, que puedo fallar, que puede un día no haber fuerza, que no siempre el equilibrio estará perfecto y que no todos los giros dependerán de mi... Y que la red tiene que estar abajo.

El trapecista se mueve con gracia, brilla y vuela, y esta seguro porque la red esta abajo. 

Si yo fuera trapecista, la necesitaría ahora. Porque sé que mis manos no se sostienen con toda la fuerza, y sé que el equilibrio no ha vuelto del todo. Porque me reconozco humana, cansada y no invencible. Porque el trapecio esta ahí, listo, pero yo no, y puedo saltar, pero no es seguro sostenerse... Y necesito mi red.

Hoy construyo mi red de seguridad, mi red de apoyo... La tejo con los que nunca me han abandonado, con los que en el fondo han siempre estado. O tal vez la red estaba ahí siempre, pero la reconozco ahora, la acepto ahora... No soy invencible, tengo derecho a no serlo, tengo derecho a volar sin alas, pero también a no volar... y a caer en la red. 

Y desde la red, desde el tejido de los que me cuidan, puedo volver a levantarme. Porque la red también es trampolín, es corazón, la red también es alas. 

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