Orfandad
Se ha ido Aurelio... y sólo escribirlo es insoportable. Por lo tanto vivirlo es algo aún más grande, incomprensible y muchas veces cruel.
Se ha ido Aurelio y entre todos los sentimientos que esto desencadeno (algunos de los cuales aún no termino de descifrar) se asomó el de orfandad. La terrible sensación de haber quedado huérfana... y que afortunadamente (y con mucha ayuda de Luis) pude controlar, para entender que él se ha ido pero se queda conmigo, y que su ausencia física no implica que me haya quedado sin sus aprendizajes, su aval, sus recuerdos o su luz en mi corazón. Sin embargo, es de esa orfandad de la que quiero escribir ahora, de la que viene esta reflexión:
Hubo quien me vio huérfana y sintió lastima, decidió hacerme a un lado, ignorarme, me sintió poca cosa.
Hubo quien me vio huérfana y decidió arroparme, darme la mano, acompañarme y no dejarme más sola.
Y hubo quien me vio y supo que sufría, que estaba rota y quiso ayudarme... pero también que no era huérfana.
Los últimos y yo sabemos que la pérdida fue terrible, pero que Aurelio no me dejo huérfana ni indefensa, porque va conmigo ahora a todas partes, porque me dejo preparada, porque me hizo la más fuerte.
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