2023 o la escala de grises
Escribo desde un punto difícil. Porque este año me cuesta más. Porque no identifico la inclinación de la balanza.
2022 me dio el peor momento de mi vida, porque fue cuando perdí a Aurelio (y sí, voy a seguir hablando de ello, de él), pero en todo lo demás el año pintaba como muy bueno.
Sin embargo, 2023 me parece la consecuencia de esa pérdida. El golpe llegó antes y, sin embargo, dolió más después. Y el año fue como un torbellino y como la montaña rusa de la vida. Y a veces eso fue bueno y a veces terrible. Y en el intermedio muchas veces me sentí pérdida.
[Nota. Si mi hater oficial llega a leer esto, sí, voy a hablar de Aurelio y de lo que fue perderlo y de lo mucho que aún me duele hasta el cansancio, y es muy mi problema como proceso mi duelo y mis sentimientos).
2023 fue empezar en un mundo nuevo, en dónde no tenía todo lo que siempre había creído firme y seguro, mi puerto ya no existía y yo no sabía si era barco naufrago o a la deriva. Pero también era superviviente, pues llegué a 2023 habiendo enfrentado lo que más miedo me daba en la vida: perderlo.
Y sin puerto, pero habiendo vivido... ¿qué me tocaba?
Y me volví a afianzar a mi red de apoyo y a mi psicóloga y a esa única voz en mi cabeza que Aurelio había plantado y que me ayudaba a no autosaboterme, y partí al mundo. Y el mundo fue lo que es, un poco de todo, un mucho de hostilidad pero otro montón de puertas y manos abiertas.
Después de caso 10 años de trabajo, en realidad no me había enfrentado al mundo laboral, a buscar trabajo y mandar CVs. Y aprendí montones de eso, de los envíos, de las entrevistas, de los rechazos, de los rechazos que yo elegí.
Y de los nuevos trabajos aprendí otro montón. A tener un nuevo sistema de trabajo, a otros jefes, a otro mundo que no era el de Aurelio y el Colmex. Y de los peores... aprendí lo que ya no quiero.
Pero este año incluyo logros. El logro al menos: la maestría. Y lo reconozco más porque en algún momento quise dejarla, porque no quería acabar sin Aurelio, que por la tesis o el examen en si.
Y agradezco lo mucho que me soportaron todos mis apoyo, lo tanto que me alentaron, y lo importante que fueron personas que entendieron mi camino. Gracias, Axa (si algún día me lees).
Quisiera poder decir mil cosas de este año... Hablar del magnífico momento que fue conocer a Gabrielle Aplin, mi cantante favorita, de lo increíble que me pareció el universo por dejarme vivir eso. Quisiera hablar de Taylor Swift, de vivir el Eras Tour, y por supuesto hablar de mis acompañantea y de la luz que fue Maribel en eso (también si me lees, mil gracias). Y hablar de Ari.
Quisiera llorar y hablar del engaño, de las dudas, de los meses horribles, de la paranoia que me causo, de lo mucho que lloré... Y también hablar de la recuperación, del tiempo de sanar. De los largos mensajes que tuvieron que tolerar Gaby y Cristóbal, y de las acertadas palabras que me regaló Gil.
Quisiera escribir diez mil líneas sobre Luis y todo lo que transitamos este año. Y tendría que escribir de lo muy bueno y de lo muy malo.
Quisiera... Pero millones de líneas no alcanzarían para hablar de la montaña rusa que ha sido 2023. Para explicar todo lo que sentí, todo lo que aprendí, todo lo que he reído, llorado o gritado.
Si alguien me preguntará que aprendí realmente de 2023, ahora podría decirlo, que uno cosecha lo que planta, para bien y para mal. Y que con esa cosecha se enfrentan las tempestades y se aligeran los días. Que la siembra directa de muchos años me dio todo el apoyo cuando más desamparada me sentí, que los muchos hombres y mujeres a los que había conocido en mi andar académico o escolar, recordaron quien era y que papel había jugado, que quienes me vieron crecer supieron de que estaba hecha, que las criaturas a las que alguna vez enseñe siguieron estando ahí, a veces enseñándome ellos y dejándome quererlos aún. Y que la siembra indirecta que Aurelio había ido haciendo para mi, les recordó a algunos (empezando por mi) que yo era una persona valiosa y siguieron conmigo el camino.
Uno cosecha lo que siembra... Y en 2023 recogí la siembra de amores incomparables, de apoyos incalculables, de manos que estaban, que estuvieron y estarán siempre, porque sembramos cariño y complicidad conjunta.
Que embates tan duros me trajo el año, que sorpresas tan incomparables, que aprendizajes tan adultos. Que maravilla el saberme sobreviviente, caminante y cosechadora. Que suerte haber aprendido a ser una guerrera. Que increíble volver a ser valiente cuando más miedo tuve.
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