Aurelio

Después de tanto tiempo de escribir, de contar y de reflexionar en torno a lo que me dice Aurelio o lo que aprendo de él, me di cuenta de que, como tal, nunca he hablado de Aurelio...

Aurelio González cambio mi vida, no lo digo por decir o porque parezca emocionante o sentimental, es una verdad absoluta, Aurelio cambio mi vida definitivamente, hizo de mi una persona diferente, una persona mejor, me enseño una infinidad de cosas, es el mejor maestro que he tenido en la vida...

Recuerdo muchas cosas de Aurelio, el día que lo conocí, que entro al salón con su andar curioso, se sentó en el escritorio, señaló a alguien al azar y lanzó una pregunta, recuerdo la impresión y la parálisis.... Recuerdo la primera vez que le preguntó algo a mi mejor amiga, la hizo pasar al frente para analizar el fragmento de un poema de Gracilazo, recuerdo el miedo que teníamos ese día... Recuerdo la primera vez que me preguntó algo a mi en clase y como yo me sentía absolutamente muda y paralizada... Aurelio me daba mucho miedo, me impresionaba mucho y yo prácticamente me quedé muda.

Recuerdo la última clase que tuve con Aurelio, uno de los momentos más impactantes de mi vida... hablaba del Quijote, o el tema era el quijote, pero más bien estábamos hablando de la vida a partir de lo que podía enseñarnos el Quijote. Y había algo en la voz de Aurelio, en su mirada, que hacia que el tema fuera la cosa más relevante que me hubieran dicho en la vida.

También recuerdo que lloraba, que de pronto sentí las lagrimas y no podía dejar de llorar por lo que decía o por las muchas cosas que se podían entender con sus palabras, no miraba a nadie más que a Aurelio mientras lloraba, ni siquiera veía a mi mejor amiga a mi lado, sólo veía y escuchaba a Aurelio y lloraba, aunque yo me preciaba de no llorar en público. Lloraba porque lo entendía, porque lo que decía me llegaba hasta lo más hondo... Ese día aprendí de la lectura, de la locura... del fracaso.

 Ciertas frases que dijo Aurelio ese día y nunca olvidare:
“La literatura también es una forma de vida”
“Sí, estamos locos, y vamos a poder reflejar nuestra vida en la literatura”
“No se debería leer el Quijote hasta que no se haya fracasado”
“Pasa mucho, nos ilusionamos, lo intentamos y fracasamos... y nos guardamos las ideas para luego”
“El Quijote permite una lectura de un texto humorístico, pero también una lectura muy grave de nosotros mismos, de nuestras propias ilusiones”
Y mi favorita: “También llevo a la realidad a mis caballeros andantes”

Ahora pues, mi intención ese día era anotar todo lo que dijera y aunque anote mucho no pude con todo, porque no podía dejar de oírlo, de mirarlo, de llorar, de sentir que el mundo se reducía a entender ese momento. Y al final de la clase nos levantamos a despedirnos, casualmente nosotras (Lupe y yo) últimas, pasamos a abrazar Aurelio, recuerdo que él dijo que no quería hacernos llorar (porque para ese momento yo ya había descubierto que no era la única que había llorado) y fue la primera vez en mi vida que abracé a Aurelio González.

Cuando entregué el trabajo final de Siglos de Oro, algunos días después de eso, le dije a Aurelio que si algún día iba a dirigir mi tesis, no sabía ni porque en ese momento lo decidía, pero estaba muy segura de que tenía que hacerlo, que intentarlo, en ese momento sabía que no podría soltar a Aurelio, que lo admiraba, que amaba la cantidad de cosas que me había enseñado.

Yo no sabía ni ese día ni el día de la última clase lo que las palabras de Aurelio iban a hacer por mi; meses después, con la muerte de mi abuelita, las palabras de Aurelio me iban a sostener, recordar sobre el fracaso, sobre la locura, sobre los ideales... recordar lo que se aprende del fracaso, de perder algo. No era eso lo único que me sostenía, pero releer lo que había anotado sobre esa clase a ratos me hacia sentir que la vida no era tan sin sentido.

Cuando volvimos a entrar a su última clase, pero al año siguiente, porque sinceramente estábamos locas, y paso algo muy similar al año anterior... las palabras de Aurelio eran hipnóticas. Las palabras de Aurelio me hablaban de sueños, de ideales, de fracasos, de amor, de pensar... Y me hizo volver a hacer un viaje a muchos rincones de mi mente...

Cosas que dijo y aprendí ese día:
“Ese fracaso nos hizo pensar en que había algo más, llamado amor”
“No lo sabemos, pero también tendremos el último (amor)”
“En el fondo esa es la empresa que todos quisiéramos... poder ser héroes de algo”
“Y las opciones eran dos: defender los ideales o regresar a casa”

Cuando Aurelio acepto dirigir mi tesis fue el día más brillante de mi vida, sentía que el mundo cobraba un sentido diferente, porque que Aurelio me viera, que supiera que existía me hacía sentir más valiosa. Y a lo mejor también era que mi autoestima necesitaba de su ayuda.

Aprendí a redactar, a investigar, a poner notas, a escribir, a buscar y entender en su oficina, aprendí a esperar, a ser paciente, a perder el miedo y controlar los nervios tanto fuera como dentro de ella. Aprendí el tiempo de vida de mis nervios, unos 80 segundos a partir de que cruzaba la entrada del COLMEX  y hasta que cruzaba la puerta de su oficina.

En su oficina temblaba, sonreía y me paralizaba, me quedaba muda de a ratos y él me obligaba a hablar; él tomaba una pluma del color más inverosímil del mundo (tal vez rosa brillante, azul con brillitos o naranja) y hacia pedazos el fragmento de intento de capítulo de tesis en turno, a veces dos o tres páginas o a veces casi diez, mi trabajo era escribirlas y su trabajo corregirlas hasta dejar cada palabra hundida entre un tumulto de anotaciones. Y después de unos meses fue más que eso...

En la oficina de Aurelio también podía hablar, también podía despejarme, estar ahí diez minutos me podía mejorar el día o la semana; el viaje al Colmex se volvió el centro de muchas de mis semanas; Aurelio era más que un asesor, era mi mentor, mi ejemplo, era como tener un psicólogo y un segundo padre.

Por Aurelio deje a la psicóloga... En su oficina también lloré, también me deshice y según fuera necesario él me reconfortaba o me regañaba, pero sobre todo él me hacía entender todo. Algunas veces me regalaba un pañuelo y yo intentaba no llorar más, pero él hablaba y su voz y sus palabras me hacían entender, llorar más y finalmente parar, él se metía hasta lo más profundo de mi mente y  psicoanalizaba todo dentro, él me conocía, me entendía, me hacía sentir mejor, me enseñaba.

Aurelio me dejó llorar cuando más lo necesité, me levantó cuando yo sentía que no podía más. Me enseñó que yo podía seguir, que era lista, que podía llegar muy lejos, me repitió una y mil veces que era valiosa y me hizo prometer ( a él y a mi misma) que ya no iba a seguir auto-saboteándome.  

Cuando decidió que podía ser su becaria yo no podía ni creerlo, había entrado en su oficina después de pasar lo que considere el peor día de mi vida y él cambio todo... él me abrió el mundo, un mundo de posibilidades.

Aurelio me enseñó mil cosas del mundo.
Aurelio creyó en mi.
Aurelio me abrazó varias veces y normalmente cuando lo necesitaba
Aurelio me dejo llorar y me consoló.
Aurelio cambio mi vida...
Aurelio me dijo que me quiere mucho.

Cito textualmente el agradecimiento que le escribí en mi tesis:
"Porque para entender a los caballeros andantes tuve que aprender de la mano de uno: a mi asesor, Aurelio González, maravilloso maestro, paciente asesor, inigualable ser humano. Por aceptar dirigir mi tesis y enseñarme como recorrer el camino yo sola, por cada asesoria, consejo y clase, por corregirme cuando hacia falta y dejarme llorar cuando era necesario; por creer y confiar en mi, por siempre estar ahí. Por ser uno de los pilares más importantes de mi vida. Porque es mi MAESTRO (sí, así con mayúsculas). Porque lo quiero y me quiere. Gracias."

Aurelio lo cambió todo. Y es por eso que siempre, absolutamente siempre, estaré hablando de él. Porque siempre voy a quererlo por sobre todo. Porque es mi persona favorita en el mundo.

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