Aurelio (2)

Una reflexión después de mi paso por la oficina de Aurelio el jueves antes de irme del trabajo...

Una de las cosas que más agradezco a Aurelio después de estos años es que me deja llorar cuando lo necesito, cuando el sentimiento me gana. Me deja llorar cuando no sé ni como evitarlo, cuando llorar es algo increíblemente necesario...
 
 Es curioso como con pocas palabras es Aurelio quien me lleva a las lagrimas. No es que diga algo que me lastime, no es que me grité o sea malo conmigo, todo lo contrario, es porque siempre parece abrir una brecha, entrar en mi mente y descifrarla... Porque sabe cuando tengo miedo, cuando desconfió o estoy insegura... Y entonces lloró, casi siempre intento evitarlo, contener las lagrimas, limpiarme los ojos suficientemente rápido, pero casi siempre las palabras de Aurelio son contundentes, reales, me llegan al corazón, me mueven algo dentro... y él siempre me regala un pañuelo.

 
 Y luego es él quien me hace recuperar la sonrisa. Siempre me anima. Dice cosas como “tú vales mucho”, “no tienes porque tener miedo”, “quiero que trabajemos juntos” siempre confía, me tiene fe, hasta en los momentos en que yo no la tengo... Y entonces, tan de repente como empezaron, las lagrimas se detienen. Nunca me acabó el pañuelo en cuestión.

 
 Y más de una vez el recordar sus palabras hacen que las lagrimas vuelvan. La reflexión me lleva a llorar en solitario, pero no son lagrimas de dolor, no son tristes en realidad... Es de una sorpresa curiosa, de duda, de sorprenderme ante el hecho de que Aurelio González (quien lo sabe y lo puede todo) tenga ese nivel de confianza en mi, me tenga cariño.

 
 A veces creo que el día que deje de trabajar con él (que sinceramente espero nunca pase) tendré que regalarle un enorme paquete de pañuelos, como para compensar los que me he ido gastando en este tiempo.
 Adoro a Aurelio. 

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