Día tres


El día más triste de mi vida fue el día que murió mi abue.

El segundo fue un día, no mucho después del primero, cuando un día entre a su casa y cuando quise saludarla me di cuenta de que ya no podía… que ya nunca más podría.

El tercero fue el domingo… o tal vez el lunes, es difícil decirlo. El domingo porque fue el primer día que el mundo amaneció sin mi tía Marta. El lunes porque fue el día que nos despedimos de ella para siempre en la funeraria.


Ese día se movieron muchas cosas… muchos sentimientos. Sentimientos que siguen ahí. Que se acumulan. Que mueven todo… Ese lunes en la funeraria había lágrimas y silencios y palabras sin decir. Y de cosas que se necesitaban decir. Quizás pudo ser, o yo pude ser, como en el funeral de mi abuela, que estaba sin terminar de entender, que estaba intentando ocuparme en todo y fingiendo que así no sentía nada… Pero el funeral de mi tía Marta fue diferente.

Tal vez lo que más me movió fue ver a Ari abrazada a mi mamá y llorando como nadie, tal vez lo que más me movió fue el modo en que ella lloraba y repetía “quiero a mi abue”… o el modo en que me abrazó y me dijo “mi abue te quería mucho” y yo me quede sin voz. Me hubiera gustando decirle tantas cosas. Me hubiera gustado decirle que yo ya había estado ahí, que yo también quería a su abue, muchísimo, que quería a la mía, que… que sabía como se sentía y sabía que no se iba a quitar. Pero yo no podía contarle el proceso, tal vez porque ni yo sabía. Tal vez porque en ese momento yo también extrañaba.

Ya no sé. Sólo sé que hace siete años yo no lloré, me deshice y pedí a mi abue aunque exactamente eso quería, pero estaba demasiado ocupada cerrándome a mí misma.

Y ahora, el día tres ha movido los recuerdos de entonces. El día tres me recuerda el día uno y más. El día tres ha movido muchos sentimientos. El día tres me hace preguntarme cosas. El día tres me hace repetirme un millón de veces que no soy la persona 1 de 40 de las que se deprimen, que el medicamento y esto no se conjuntaran de ese modo. Que…

Pero la verdad estoy demasiado emocional. La verdad quiero llorar todo el tiempo, aunque no sé por qué. La verdad es que demasiadas pequeñas cosas hacen que me sienta herida o dolida, o triste. Cosas muy tontas incluso, cosas como…

Que mi amigo no haya enviado un mensaje para decir que se iba, y yo me quedé pensando que seguíamos en el mismo sitio y podía pasar a despedirme. Y sé que es una tontería.

Que hayan organizado una presentación, todas las chicas con las que ya me presenté antes, y que no me hayan, ni por asomo, invitado.

Que intenté muchísimas veces ayudar en la FICA y lograrlo menos de lo que creo.

 
“A veces hay que saber llorar por idioteces porque llorar por lo que necesitaríamos llorar es demasiado dolorodo” Pablo Krantz

 
Sentimientos volando. Flotando. Ganas de llorar por todo, por nada… Ganas de fundirme.

Hace siete años me deshice en pedazos con Cristóbal, él me abrazó y fue todo mi apoyo en ese momento. Y ahora… ahora quisiera deshacerme en mil pedazos, fundirme, llorar… por mi tía Marta, por mi abue, por Ari, por todos nosotros… y por todas esas emociones que se incrustan en el alma.

 

Comentarios

Entradas populares