Fugaz
Nos vimos ese día. Compartimos esa tarde. Comimos, hablamos y caminamos juntos y hablamos más.
Las horas se fueron volando, como sin darnos cuenta de ello, la tarde fue amena, pero en contraste la despedida fue fugaz... No hubo de otra. De pronto me di cuenta de lo tarde que era y de que debía estar en otro sitio. Aunque no quería irme, la realidad es esa, no quería irme y era obvio que tú tampoco.
La tarde había sido preciosa, aunque no hubiéramos podido precisar si había sol o nubes o viento, la tarde se volvió la noche más tranquila, las palabras habían brotado sin problemas, los temas habían saltado con naturalidad y sin parar, las sonrisas habían sido un permanente, la confianza se había establecido desde el minuto uno y las horas habían volado para que el final fuera una carrera inesperada.
La despedida fue casi amarga, por lo corta y apresurada, por lo poco que la deseábamos... Y me besaste. Apenas un toque, nada planeado o esperado, menos aún hablado. Me besaste al despedirte y fue tan fugaz que ni siquiera sé si te diste cuenta.
Me besaste, durante menos de medio segundo, tan inesperado que incluso me pregunté si lo había soñado. Tal vez mi mente jugaba conmigo y transformaba esa comodidad y confianza de la tarde, ese secreto deseo, ese algo flotando en el aire entre nosotros, en ese suspiro de beso... Pero mis labios, con un dejo de sabor no identificado, con un cosquilleo casi desconocido, me sugirieron lo contrario.
La tarde había sido amena, las horas cortas, la despedida fugaz... El beso un segundo sugerido, un suspiro deseado, un recuerdo de siempre, un secreto compartido, algo que ya sólo es mio.
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