Ponencia y yo

Hasta que no estuve ahí, frente a frente con mi ponencia, con el público, con el miedo, hasta que no estuve ahí no entendí muchas cosas. Hasta que no nos vimos frente a frente la situación y yo no entendí....

Sobre la ponencia, sobre el Zifar, sobre las personas que me miraba, sobre mi... sobre algo que paso en la oficina de Aurelio. Entendí algo sobre tener miedo. Y sobre dejar de tenerlo. Por un momento la ponencia y yo nos miramos, con ninguna posibilidad de huir, por un momento antes de abrir la boca, antes de “Dize el cuento...” hubo uno de esos momentos de claridad insospechada. Recordé algo que Aurelio había dicho, recordé algo que yo había escuchado y entendido antes pero que había olvidado.

“Dize el cuento...” que la chica frente a la ponencia era la chica nueva de ese mundo, era la niña del coloquio, y estaba asustadísima temblando, que tenía una ponencia que nadie había leído más que Ana, que temía terriblemente fallar, que sabía que cargaba en su espalda ser la becaria de Aurelio, que tenía a Juan Manuel Cacho Blecua enfrente, que oía su corazón latir a mil por hora mientras se daba cuenta de que le quedaban unos segundos antes de hablar.

Y durante ese segundo algunas personas que significaban muchísimo para mi me miraron y pude verlas a la vez... Y, aunque Aurelio no estaba ahí, entendí lo que él pensó cuando me lanzó al reto de presentar esa ponencia.

Ponencia y yo. Yo y la ponencia. Y mis papás y mi hermana.... y la ponencia. Y Sofía. Y Vero... Y Ana... y la ponencia y yo. Y Wendy.... Y tuve un momento de claridad, un momento que, cuando finalmente terminé de leerla y volví a levantar la mirada, se convirtió en una aseveración: Sé que estoy haciendo aquí.

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