Palabras sin maquillaje
“Dicen que la verdad nos hará libres pero es mas importante
lo que no te dicen: no te dices que la verdad lastima, que es peligrosa. Decir
la verdad es como encender un fósforo: puede iluminar todo y ayudarte a ver las
cosas con claridad o puede incendiar tu mundo”
Tal vez había muchas maneras de manejar las cosas, maneras mejores, tal vez podía haber esperado, o pude haber sido sutil, seguramente podía... pero las palabras están dichas, así, sin tapujos, sin maquillaje, sin más secretos... Me pare de frente y lo dije, aunque me moría de miedo, aunque al instante me sentía arrepentida y quise huir... aunque eso fue justo lo que hice: irme.
No sé si lo que estaba haciendo iba a cambiar las cosas, si lo arruinaría todo o no, pero lo hice aún, porque estaba en la punta de mi lengua, porque el momento fue propicio (o tal vez no tanto), porque era la verdad... Porque no quería sentarme toda la vida a esperar, a saber si podía o no ser, porque pensé que alguien tenía que dar algún paso. Porque me importaba.
Y no creo que nadie pueda imaginar la cantidad de valor que necesite para hacer algo así, la cantidad de valor para abrir la boca y decir “me gustas” y no deshacerme ahí mismo, no creo que él pueda imaginar que era una de las cosas más valientes que me podía atrever a hacer, pero... junte valor y no me mordí la lengua.
No dije más, no lo adorné, no pedí ni prometí nada, no más... nada de maquillajes. Y tal vez habría querido decir más, tal vez explicarme, recomponerlo o algo por el estilo, pero no lo hice, no sólo porque en ese momento tenía que marcharme, no sólo porque en ese momento su expresión me dejo algo pasmada, sino también porque ya no quería darle más vueltas a las cosas. Porque no quería maquillarlas.
Tal vez había muchas maneras de manejar las cosas, maneras mejores, tal vez podía haber esperado, o pude haber sido sutil, seguramente podía... pero las palabras están dichas, así, sin tapujos, sin maquillaje, sin más secretos... Me pare de frente y lo dije, aunque me moría de miedo, aunque al instante me sentía arrepentida y quise huir... aunque eso fue justo lo que hice: irme.
No sé si lo que estaba haciendo iba a cambiar las cosas, si lo arruinaría todo o no, pero lo hice aún, porque estaba en la punta de mi lengua, porque el momento fue propicio (o tal vez no tanto), porque era la verdad... Porque no quería sentarme toda la vida a esperar, a saber si podía o no ser, porque pensé que alguien tenía que dar algún paso. Porque me importaba.
Y no creo que nadie pueda imaginar la cantidad de valor que necesite para hacer algo así, la cantidad de valor para abrir la boca y decir “me gustas” y no deshacerme ahí mismo, no creo que él pueda imaginar que era una de las cosas más valientes que me podía atrever a hacer, pero... junte valor y no me mordí la lengua.
No dije más, no lo adorné, no pedí ni prometí nada, no más... nada de maquillajes. Y tal vez habría querido decir más, tal vez explicarme, recomponerlo o algo por el estilo, pero no lo hice, no sólo porque en ese momento tenía que marcharme, no sólo porque en ese momento su expresión me dejo algo pasmada, sino también porque ya no quería darle más vueltas a las cosas. Porque no quería maquillarlas.
Y tal vez crucé una línea que no debía, pero ya lo hice; tal
vez esta verdad va a incendiar una parte de mi mundo, pero ya la dije... y no
hay marcha atrás, yo no daría marcha atrás.
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