Yo amo a Gabo.
Que suene
todo lo cliché que quieran, me tiene sin cuidado, porque García Márquez se
merece el respeto, el lamento y las palabras de todos. Por eso le dedicó las
mías, porque mi homenaje para él es este. De una pequeña escritora en proceso
al escritor más grande de las letras hispánicas (y que Cervantes y los otros me
perdonen)
Advierto
desde antes: Si este pequeño escrito es superficial, desestructurado o
subjetivo, es porque es extremadamente personal. Es mi homenaje y no respeta
críticas.
Gabriel García
Márquez fue para mi el escritor más grande de todos, brillante, talentoso,
humano, sincero, especial... llenó al mundo de palabras e historias, inspiró y
enseñó a otros a seguir su ejemplo. A mi lleno de inspiración, me enseñó mucho
sobre el oficio de escribir, me lleno de confianza cuando menos la tenía, yo
quise ser como él (aun quiero serlo).
Sería
mentira decir que quise ser escritora por él, total mentira, pero creo que
aprendí realmente sobre el oficio de escribir leyéndolo a él, lo convertí en mi
mentor indirecto, en plena adolescencia me fui llenando de sus palabras, de sus
enseñanzas, de sus historias... Si él no me convencía de darlo todo por la
escritura, nadie lo haría. Nunca lo conocí. Pero a veces creo que con leerlo me
acerqué mucho a eso.
Voy a
contar una breve serie de anécdotas que García Márquez, el increíble Gabo, dejo
en mi vida. Aunque él no supo que fue parte de ella...
CERO- Los
primeros encuentros que tuve con los libros de Gabo fueron a través de mi mamá,
que tenía una variedad de libros de él y siempre parecía muy interesado en
leerlo, tal vez yo no lo entendía porque aún era chica y seguía leyendo libros
infantiles a mil por hora, pero están grabados en mi memoria, sin atreverme a
leerlo me quedaba mirando la portada de Del amor y otros demonios cargada
de curiosidad y admiración.
UNO- En
plena secundaria el mirar tan detenidamente esos libros me valdría un acierto
para mi clase de español. Mi maestra de español, a la que para colmo de mis
males parecía no caerle bien (yo era una insoportable sabelotodo que rompía con
su esquema), preguntó si alguien conocía un libro de García Márquez, mano en
alto, la mía la única y el libro en mente... a la distancia creo que no
esperaba mi respuesta, ya dije yo no le gustaba, pero fue un momento grande.
Fue la primera vez que quise seriamente leer todo de él.
Mi primera
incursión fueron sus cuentos, la segunda los libros resultantes de su taller de
guión de cine en Cuba. Y lo supe. Él iba a ser un mentor lejano. Él era la
inspiración.
DOS- Uno de
mis mejores amigos me regaló un libro de García Márquez el día que cumplí dieciocho, ya era una chica grande y
debía leer un libro grande, así que envuelto para regalo recibí El amor en
los tiempos del cólera, con todo y dedicatoria de mi amigo. Que él supiera
exactamente que libro regalarme y que supiera lo que representaba Gabo para mi,
significo tanto como el regalo mismo. Uno de mis favoritos indiscutibles.
TRES- Nunca
conocí a Gabo, nunca lo salude, nunca tuve un autógrafo suyo, aunque me propuse
esa meta. Pero si lo vi, si estuve cerca de él... Noviembre de 2008, Gaby y yo
nos fuimos a verlo a la Sala Neza en un homenaje a Carlos Fuentes, ilusionadas
con libros en mano, dispuestas a formarnos en el frío horas antes, yo incluso
dispuesta a saltarme la última clase de Aurelio del semestre. Estábamos tan
ansiosas que no sé como nos soportábamos mutuamente. No pudimos acercarnos a
García Márquez, no pudimos decirle nada (aunque creo que de la impresión nos
hubiéramos quedado mudas), pero estuvimos a unos diez metros de él y eso
alcanzaba. Estuve como en éxtasis pensando que había respirado el mismo aire
que mi ídolo. Ese probablemente fue uno de los días más felices que compartimos
Gaby y yo en la historia.
CUATRO-
Mientras yo meditaba sobre si quería escribir el resto de mi vida y cosas así,
lo leí. Gabo escribió en algún momento lo que yo he llevado por estandarte por
los últimos diez años más o menos: “Estoy convencido de que el mundo se divide
entre los que saben contar historias y los que no [...] el cuentero nace, no se hace.
Claro que el don no basta. A quien sólo tiene la aptitud, pero no el oficio le
falta mucho todavía: cultura, técnica, experiencia... Eso sí: posee lo
principal.” (La bendita manía del contar, 1998, p. 12)
Aprendí de
él que escribir es un oficio de tiempo completo, que se dedica uno en cuerpo y
alma a él. Contar historias eso quería. “Si uno quiere ser escritor tiene que
estar dispuesto a serlo veinticuatro horas al día, los trescientos sesenta y
cinco días del año.” (La bendita manía del contar, 1998, p. 19) y “Para
escribir uno tiene que estar convencido
de que es mejor que Cervantes; si no, uno acaba siendo peor de lo que en
realidad es. Hay que apuntar alto y tratar de llegar lejos” (Cómo se cuenta un
cuento, 2004, p. 21)
CINCO- Ayer
en Puebla, supe que García Márquez acababa de morir. Entre a Internet con el
celular, sin saber por qué hacía eso en plena comida familiar, y lo primero que
encontré fue la publicación de Gaby (muy casual que fuera por ella) que decía “¡¡¡NO!!! ¡Gabo no!” y se me paró el corazón un segundo, lo
siguiente fue leer la publicación oficial... Mi mentor indirecto había muerto.
Y sin aire, con algo interno roto, supe que iba a llorar. Algo se había
terminado.
Gabo fue EL escritor, el inventor
de historias, el creador de mundos, fue uno de los más grandes magos que las
letras nos dio. Inspiración de muchos, fascinación de otros, mentor, creador,
consuelo, acompañante... él era todo. Sigue siendo todo. Y yo me niego a
despedirme, me niego a aceptar que se fue... Porque lo recuerdo vivo, porque
sigue vive. Porque él no se va. Nunca se aleja. Él sobrevive a todos.
“Yo nunca me despido, porque el que
se despide no vuelve. [...] Si uno para,
se lo lleva el diablo. La vida es como
un limón, cierto,
no se puede exprimir más allá de la cáscara...” Gabriel García
Márquez .
(La bendita
manía del contar, 1998, p. 182)
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