Mi propio Club de los Perdedores

 
La entrada de hoy va después de reflexionar un rato tras mi lectura de El Club de los Perdedores de Lorena Amkie, qué, si quieren mi opinión, todo el mundo debería leer. Es uno de esos libros que se te clavan hasta la medula. Y te conectan con el personaje muy a fondo, que te hacen llorar, un poco reír, pero especialmente reflexionar y dar un brinco a tu propio pasado, a tus propios problemas y traumas de algún momento.
 
Pero el chiste no era hacerle un comercial al libro de Lorena... sino recordar. Porque justo eso me pasó, mientras leía no podía evitar recordar. Dar un salto atrás a mis años de secundaria y estremecerme. Porque la realidad es que yo era digna del Club de los Perdedores. Según el libro, y lo citó textualmente, los requisitos para ser miembro de dicho club son:
 
1. Que al menos tres personas te hayan llamado “perdedor”, “ñoño”, “raro”, “freak” o algún sinónimo. 
2. Verte diferente/pensar diferente/oír otra música/ver otras películas que la mayoría.
3. Haber intentado cambiar para ser como todos y haber fracasado en eso. 

4. Sentirte totalmente sol@ e incomprendid@.
5. Pensar que tu vida es una pesadilla de la que nunca te despiertas. 
6. Quererte morir a veces.
 
En el momento de leer no puede evitar recordarme a mi misma hace mucho tiempo y también hace no tanto, no pude evitar recordarme, a la yo de 13 años, que hubiera dado lo que sea en el mundo por no sentirse como se sentía, como que nunca encajaba, como que nunca lo iba a hacer... recordar eso era muy brutal en realidad. Y a lo mejor yo no la pase ni remotamente tan mal como Alexa, la protagonista del libro, a lo mejor, pese a que no les caía bien, mis compañeros de secundaria tenían un mínimo de respeto hacia mí, pero eso no cambia que me sentí así, como la persona más incomprendida del planeta.
 
Alguna vez le dije a la psicóloga (hace como tres mil años cuando iba) que llegaba un punto en que ya no podían hacerme más daño, porque todo lo que me hicieran yo ya me lo había hecho primero y nadie podía golpear más fuerte que yo. Y ya sé que suena raro o exagerado, pero así llegó a ser. Tal vez si hubiera salido en ese entonces el libro de Lorena hubiera sido diferente, se lo hubiera dado a mi psicóloga y le habría explicado que así me sentía, no lo sé.
 
En algún momento de la historia Alexa, y también uno mismo, se pregunta qué sucede con los adultos de alrededor que no se dan cuenta, que no le creen, que no les importa, como cuando en las películas de terror los niños advierten que hay un monstruo en la casa y nadie les cree hasta que el monstruo en cuestión se ha comido a la mitad de los protagonistas, ¡que jodido mundo!... Pero eso me hizo pensar en mi propio episodio...
 
El único episodio en la vida que me llevó a creer que no era genuinamente invisible en esos años. Fue la primera vez que reprobé un trabajo de matemáticas en la vida. Imaginarse a la yo de casi 14 años, tan ñoña como se es posible, plantada frente a su trabajo de matemáticas sin una pizca de concentración hasta a mi me resulta increíble, pero fue así... aunque eso no es lo importante, sino lo que vino después. El día que mi maestro de matemáticas me sacó de una clase para, con mi ejercicio en mano, preguntarme qué me pasaba, qué iba mal. A veces me preguntó si hubiera sido distinto todo de haberme sincerado ese día, de haber dicho "no me puedo concentrar, no puedo pensar, la estoy pasando mal, me siento tan sola", si hubiera hecho algo más que quedarme callada... No lo sé, quiero creer que la verdadera diferencia radicaba en haberme dado cuenta de que alguien, dentro de ese mundo hostil que era la secundaria, se daba cuenta de que algo me pasaba. A la distancia me es muy claro que eso debía significar mucho...
 
Ese episodio debió cambiarme. Debió ser lo que me mantuviera a flote, tal vez incluso lo hizo. Es difícil saberlo después de tantos años, es difícil saberlo porque nunca se lo dije a nadie... Es difícil saberlo porque yo deje que esos malos años me cambiaran. Yo fui del Club de los Perdedores pero nunca levante la cabeza, nunca pare todo eso. Lo único que quise fue irme... Me encerré adentro de mi para no salir herida al final, me negué a ser yo, quise darle al mundo lo que quería, lo que necesitaran de mi o ya no dar nada. No acepte un intermedio que me conviniera más. No acepte mirar a uno de los pocos que quisieron verme, oírme y entenderme y decirle la verdad. Fue un mundo cruel conmigo y yo misma fui cruel conmigo.
 
Y al final creo sinceramente que si hubiera leído el libro de Lorena entonces, cuando tenía 13, el mundo me hubiera resultado un poquito menos ajeno. No lo sé.
 
Yo fui del Club de los Perdedores, totalmente. Pero la verdad, y lo puedo decir después de tantos años de lo que paso en la secundaria, es que ya no soy así. Y la yo de entonces estaría muy contenta de saber dónde estoy y quien soy ahora. Porque si ser un "Perdedor" significa ser ñoño, raro, lector, ver el mundo diferente y creer que las cosas pueden ser mejores, entonces lo soy, totalmente.

Comentarios

Entradas populares